fbpx

28 de diciembre, 2018

Por

 chematrix

La casa de las flores y las verdades que nos escupe en la cara

Virginia De la Mora

 

Sin duda, esta serie es la redención de Verónica Castro, donde se encarga de mirarse al espejo ante el estereotipo de mujer «moralina» mexicana, que (al igual que muchas otras actrices) se encargó de construir y de alimentar en el inconsciente colectivo mediante las telenovelas. Ella se contempla y se destruye frente las cámaras para enseguida reconstruirse ante las mismas, pero ahora siendo un personaje más cercano, más real.

Su nombre es Virginia, que proviene de «virginidad», un símbolo erróneo de pureza en una mujer. Su apellido, De la Mora, es una referencia a la «moral», filosofía equívoca de los principios de una sociedad… del siglo pasado.

Una mujer completamente en crisis por no saber adaptarse a la naturaleza de un organismo vivo, salvaje, lleno de ambiciones individualistas y que, además, está alimentado por los lujos de la vida.

Ese organismo es, por supuesto, su propia familia.

La casa chica

 

Cuántas veces hemos escuchado la expresión «tú eres la catedral, las demás son sólo capillitas». Resulta tan hilarante que la metáfora haga referencia a construcciones arquitectónicas católicas porque, precisamente, los católicos hemos normalizado la práctica de que papá tenga una amante. Estos affairs son tan habituales que un posible encuentro entre la amante y la esposa es un acto de morbo tan grande y sugestivo que nos convence de ver una serie de 13 capítulos en un fin de semana. Y vaya, no es que hayan descubierto el hilo negro, pues este tipo de temática ha mantenido a flote el negocio de las telenovelas por más de cuatro décadas.

Dicen que una verdad se expresa con humor o mejor no se externa, porque siempre va a incomodar. La aceptación de «la casa chica y la casa grande» ha sido una costumbre heredada de generación en generación y, en esta serie, Manolo Caro no sólo denuncia la hipocresía colectiva, sino que también caricaturiza las malas prácticas y prejuicios de la sociedad.

La casa chica es nuestro «lado B», donde escondemos nuestros instintos salvajes —que nos hacen sentir vivos— en una sociedad que se empeña en no dejarnos ser.

El cabaret

 

El cabaret es un lugar a donde todos hemos ido (o [quizá] iremos en algún momento de la vida) por más santurrones que nos creamos. La música, el show, las «flores travestidas» y la lentejuela que siempre brilla sin importar lo difíciles que sean los tiempos.

Es un lugar donde hasta el más «fifí» se siente libre, baila, ríe y canta… aunque sea por despecho.

Bi es menos peor que gay

 

La aceptación de la homosexualidad dentro de la aristocracia mexicana es un tabú que raya en lo ridículo. Es el tema de cada familia «fifí», junto con los embarazos no deseados, las relaciones emocionales entre los mismos familiares, u otros tan importantes como la poca claridad de la fuente de ingresos y el manejo financiero de las fortunas.

¿Pero por qué la homosexualidad es tan mal vista? Simple, porque atenta contra la religión. Justo esa institución que los avala y que los considera un linaje especial sobre las demás personas dentro de una sociedad.

Por eso la etiqueta bisexual es la menos «pior» para esta sacrosanta familia.

Transfamiliar

 

Una de las grandes lecciones que nos da esta serie, es que la familia no es como la pintan. Nadie escoge la cuna en dónde nacer; pero sí puedes elegir a tus amigos y a tu pareja. La vida es sabia, todo llega a su tiempo, a veces corremos con suerte y tu familia de sangre se convierte en tu familia de corazón.

¿Cuál es la configuración de una familia?

¿Papá, mamá, hijos y perro? Tal vez no haya perro. ¿Puede que haya dos mamás? ¿O quizá los hijos sean adoptados? ¡Quién sabe! Lo verdaderamente importante es que cuando necesites a tu familia, siempre estén a tu lado y que el amor emane por convicción y no por interés.

Doña María Juana

 

El problema de la mota, ¡no es la mota! Es la sangre que corre por su comercialización ilegal. Al menos eso es lo que piensa doña Vicky De la Mora, quien siembra, fuma y vende hierba… libre de sangre, por supuesto.

De lo que sí debemos preocuparnos es de la adicción al Tafil que tiene Paulina De la Mora, porque ya-la es-tá ra-len-ti-zan-do y de-ján-do-la sin ex-pre-sar e-mo-cio-nes en su for-ma de ha-blar.

Carmelita, la conciencia hipócrita

 

Ya anunciaron que La casa de las flores tendrá hasta una tercera temporada. Y uno de los personajes que (supongo) madurará en la segunda temporada es Carmelita. Ella es la vecina chismosa encargada de ser el Pepe Grillo moral de sus vecinos. Bueno, hasta que los De la Mora le ponen un freno recordándole que, para tener la lengua larga, hay que tener la cola corta.

Lo más importante de esta relación odio/conveniencia entre los De la Mora y Carmelita es que muestra el grado de hipocresía al que hemos llegado, pues incluso el título de mejor amiga o amigo se lo damos a quien demuestra que puede llegar a ser (precisamente) nuestro peor enemigo y que puede dañarnos con todo lo que sabe de nosotros.

Salud por aquellas amistades que, si pudiéramos desaparecerlas, ¡lo haríamos sin dudarlo! Porque simplemente saben demasiado.

El soundtrack entre más pop más ambiente

 

Todas las canciones de la serie son éxitos del pop y del tour fiestero de cualquiera que se respete (al menos en México). Es gracioso ver cómo alguien puede crear un discurso más elevado que el de su tracklist. Y no crean que no me gusta la banda o que no canto las de Vicente Fernández ya estando bien entonado… la verdad es que sí lo hago y el karaoke me respalda.

Lo comento porque creo que Manolo Caro lo hace a propósito. Nos enseña que quien canta desde el corazón, merece una segunda oportunidad y la atención debida para escuchar sus palabras. Es más, pienso que lo hace para que dejemos de cantar como merolicos las canciones que colocaron en nuestras mentes las radios «payoleras» y, en su lugar, pensemos si realmente estamos atentos a la letra. Sí, es una manera muy extraña de hacer conciencia sobre lo que hay en el menú del recuerdo musical común.

La historia de cómo Manolo Caro llegó a Netflix

 

Y para cerrar este escrito, les comentaré una anécdota que Manolo Caro platicó en una plataforma de podcast de paga llamada Convoy que, por cierto, recomiendo muchísimo.

Manolo Caro cuenta que cuando asistió al Festival de Cine de Los Cabos, fue a la recepción del evento sólo por un rato, pero como se sentía cansado, decidió ir a su hotel.

A mitad del camino pidió al taxista que parara en un supermercado para comprar una bebida energética. Al llegar a la caja para pagar, un par de sujetos se le acercaron y le dijeron: ¿Tú eres Manolo Caro? ¡Hola! Somos de Netflix y venimos al Festival de Cine de Los Cabos únicamente para contactarte y proponerte que hagas una colaboración para nuestra plataforma de streaming. Al principio, Manolo pensó que era una broma; sin embargo, les dio su correo electrónico y tan sólo dos días después ya estaba en Los Angeles firmando con Netflix. Así fue como nació La casa de las flores.

True Story, señoras y señores.

Una flor por cada verdad

 

La casa de las flores es una serie que, en 13 capítulos, nos escupe en la cara un ramo de verdades e invita a romper los cánones que impiden ser libres, felices y tratar mejor a la gente que se ha convertido o reafirmado como nuestra verdadera familia.

 

Comparte esto

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp

Tal vez te interese…